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Según la Cumbre Mundial de la Alimentación; a
nivel de individuo, hogar y nación, se consigue
seguridad alimentaria y nutricional cuando todas
las personas, en todo momento, tienen acceso
físico y económico a suficiente alimento, seguro
y nutritivo, para satisfacer sus necesidades
alimenticias y sus preferencias, con el objeto de
llevar una vida activa y sana (Roma, 1996).
En América Latina y el Caribe, son varios los
países que han renovado su compromiso con la
seguridad alimentaria con diversos enfoques y
en múltiples materias. México, por ejemplo,
lanzó su “Cruzada Nacional contra el Hambre”;
Guatemala cuenta desde 2012 con el “Pacto
Hambre Cero”; Brasil implementó un programa
para la erradicación de la pobreza extrema,
“Brasil sin Miseria”, una estrategia avanzada del
“Programa Hambre Cero”; Chile puso en práctica
el Programa “Elige Vivir Sano” para combatir los
problemas de salud derivados de la obesidad;
Venezuela fortaleció su estrategia nacional de
abastecimiento de alimentos; Perú creó la
Comisión Intersectorial de Seguridad Alimentaria
y Nutricional; y la Comunidad del Caribe
estableció su Política Regional de Seguridad
Alimentaria y Nutricional. Antigua y Barbuda, por
su parte, se sumó al “Desafío Hambre Cero” de
las Naciones Unidas, anunciando su compromiso
de erradicar el hambre y la pobreza extrema del
país en sólo dos años (FAO, 2013).
Además, como un dato que significa un gran reto
para las iniciativas antes mencionadas, la región
de América Latina y el Caribe, genera un gran
aporte a la seguridad alimentaria del mundo,
debido a su condición de gran productora. En
términos de disponibilidad calórica, la región
genera 2900 calorías diarias per cápita, lo que en
materia de disponibilidad, muestra suficiencia y
superávit respecto a las necesidades alimentarias
de toda su población.
La Seguridad Alimentaria considera de manera
general las siguientes dimensiones; producción
de alimentos, acceso y disponibilidad de
alimentos,
consumo
de
alimentos
y
oportunidades para el incremento de ingresos.
En los últimos años en Perú se ha fomentado el
uso de mezclas de insumos agrícolas,
aprovechando más sus potenciales alimentarios,
sin embargo, los esfuerzos sobre esta línea no
han sido suficientes en la aplicación de políticas
para mejorar la nutrición en zonas rurales, y para
la inclusión social en base a cadenas productivas
con recursos andinos.
El presente boletín expone los contenidos de
aminoácidos que califican a los compuestos
proteicos, y muestra recursos vegetales en
potenciales formulaciones proteicas, en base a
sus contenidos de aminoácidos.
A continuación se aborda la investigación
desarrollada por José A. Avalo
(1)
, la cual propone
el uso de programación lineal para desarrollar
formulaciones proteicas optimizadas según los
valores sugeridos por la FAO, aplicando además
funciones objetivos para obtener los resultados
más económicos.
Tomando como base los resultados anteriores,
se proponen mezclas agroalimentarias que
permita aprovechar las potencialidades de
productos peruanos con calidad proteica,
generando una diversidad de aplicaciones para la
creación de alimentos; harinas, snacks, alimentos
funcionales, y en general un concepto innovador
respecto de las harinas tradicionales y demás
carbohidratos, haciendo de estas una fuente de
proteínas de calidad, y una plataforma de
insumos para proveer de recursos que apoyen a
la seguridad alimentaria en el Perú y en el
mundo.
Descripción del escenario alimentario en Perú
A continuación se desarrolla una revisión de
términos vinculados con la nutrición (Minsa,
2009).